sábado, 10 de noviembre de 2012

Martini con vodka


Sin ser un fanático de la franquicia del Agente 007, reconozco que este personaje y sus aventuras son todo un referente en el cine de acción a lo largo de varias generaciones. Su carisma, sus frases célebres (como "Bond, James Bond" o "Shaken, not stirred"), sus gadgets y una galería destacable de villanos han sido fuente de inspiración para otras películas del mismo género.

El motivo por el que tal vez no sea un incondicional de la saga es su irregularidad. Una irregularidad en parte justificada, el personaje recientemente ha cumplido la friolera de 50 años y, no es un tópico, los tiempos cambian. Películas de hace 5 décadas, a excepción de obras maestras, son más difíciles de visionar; nuestros ojos y nuestra mente están adaptados a la manera actual en que nos muestran las imágenes y se presenta la información, mediante fórmulas visuales y de guión que han evolucionado con la sociedad y los avances tecnológicos.

Las primeras películas, las protagonizadas por el escocés Sean Connery, no son obras maestras. Seguramente en su momento, con el espectador condicionado por la manera de hacer y ver cine de la época, fueron mejores de lo que nos parecen ahora. Por desgracia nosotros tenemos nuestro punto de vista, condicionado sin duda, pero es el único que tenemos.

Más recientemente, en un contexto más ecuánime, sí se pueden hablar de producciones mediocres, especialmente durante la etapa del irlandés Pierce "Remington Steele" Brosnan. Son películas correctas, para pasar el rato, pero que te dejan frío a pesar de la espectacularidad de algunas escenas. Y, algo importante a nivel sobre todo comercial, no consiguen que te encariñes con el personaje.

Afortunadamente hace unos años, por motivos que ignoro pero que no me importan demasiado, decidieron cambiar el rumbo. Y qué mejor manera de iniciar una nueva etapa que cambiando la cara del eje central de toda la parafernalia. La elección del inglés Daniel Craig en un primer momento pudo ser toda una sorpresa. Parecía carente de la elegancia -leitmotiv del personaje- de James Bond y del sigilio y el cortejo hacia las damas. Daba la sensación de ser más apto para películas de acción más irracional, disparos indiscriminados y puñetazos por doquier.

Fue una nueva sorpresa comprobar cómo el nuevo 007 cumplía las expectativas. Como hemos comentado antes, nuestra visión del cine de acción ha evolucionado y este giro al personaje se adaptaba perfectamente a ella. Ahora no nos importa ver a un Bond despeinado o con barba de cinco días. Simplemente queremos que se siga subiendo a los ascensores en marcha o maneje una excavadora encima de un tren. Ha sido tal el acierto que me atrevo a afirmar que la elección de Craig ha salvado una franquicia completamente aletargada.

Con Casino Royale y Quantum of Solace (la primera sensiblemente mejor que la segunda) todo esto se reafirma. Son muy entretenidas, con las dosis de acción que cabe esperar, y consiguen resucitar nuestra empatía con el agente británico. En Skyfall, también. La historia no es nada del otro mundo, incluye los típicos tópicos (robo de información secreta, persecuciones, viajes por el mundo, hasta un casino!), no hay excesivas sorpresas. Pero tiene acción a raudales y no se hace nada tediosa a pesar de las casi dos horas y media de duración. También es entrañable el "reciclaje" de personajes (que no desvelaremos por cortesía hacia quienes no la hayan visto aún). Y, qué demonios, a pesar de su patibulario aspecto, Daniel Craig nos cae bien.

Y cuenta con un Javier Bardem (cuyo status de icono sexual sigue siendo incomprensible) absolutamente amazing.