martes, 30 de diciembre de 2014

Las mejores del 2014

En época de ránkings y resúmenes del año, me vais a permitir ofreceros una lista de las 10 mejores películas que he podido ver con fecha de estreno en España (s.e.u.o) en 2014.
Siempre según el extraño criterio de @mermecolion.
Para darle emoción, las citaré de la última a la primera.

10. Snowpiercer (Bong Joon-ho)

9. Her (Spike Jonze)

8. Al filo del mañana (Doug Liman)

7. Coherence (James Ward Byrkit)

6. El Hobbit. La Batalla de los Cinco Ejércitos (Peter Jackson)

5. El Amanecer del Planeta de los Simios (Matt Reeves)

4. El Lobo de Wall Street (Martin Scorsese)

3. Perdida (David Fincher)

2. Interstellar (Christopher Nolan)

1. Guardianes de la Galaxia (James Gunn)



sábado, 6 de diciembre de 2014

Cinco razones por las que (no) nos gustará Star Wars VII


Hace aproximadamente una semana pudimos ver las primeras migajas de lo que será el nuevo episodio de una de las sagas del cine con mayor número de fans (si no la que más), Star Wars o La Guerra de las Galaxias. Del escaso material que enseñaron, para todos los gustos y recurriendo a elementos icónicos de la franquicia para garantizar el hype, pocas conclusiones podemos extraer. Algo muy lógico a estas alturas, nunca mejor dicho, de la película.

La presentación de este tráiler no ha supuesto otra cosa que un hito más en el largo camino que comenzó cuando Disney compró Lucasfilm, continuó cuando se anunció que la exitosa (y lucrativa) saga creada por George Lucas iba a tener más entregas, y que finalizará (temporalmente) a finales de 2015 con el estreno de este séptimo episodio. En todo este recorrido las opiniones en blogs y redes sociales, como no podía ser de otra manera, se han vertido como cataratas. Y en un porcentaje inusitadamente alto, las valoraciones han tenido una connotación negativa y pesimista, algo muy curioso teniendo en cuenta que se trataba de opinar sobre una película que ni siquiera se había empezado a rodar.

No obstante, este pesimismo, que no compartimos en absoluto, puede estar justificado aunque sea de manera inconsciente e irracional. En un ejercicio de abogacía diabólica, vamos a enumerar cinco posibles razones por las que fans y no fans de Star Wars pueden prescindir del entusiasmo mientras esperan el estreno de esta nueva entrega.

1. Expectativas demasiado altas...


... y por tanto demasiado difíciles de satisfacer. Sin duda es la razón principal y está directamente relacionada con las otras cuatro y con casi todo el resto de posibles argumentos. Los espectadores esperan mucho con razón, porque es una franquicia con gran repercusión en la historia del cine y de la ciencia-ficción, con influencia en otras películas y en otros medios como la literatura, los cómics o la televisión. Llegar al nivel de todo lo que ha conseguido la trilogía inicial de Lucas es prácticamente imposible.

2. El trekkie J.J. Abrams.


Para añadir más controversia al proyecto, a los magnates de Disney no se les ocurrió otra cosa que contratar a J.J. Abrams como director y guionista. No es suficiente con que haya recuperado de una manera tan brillante la saga Star Trek para el cine, ni sea el responsable de películas como Super 8. Siempre le recordaremos con rencor por el desastroso final de la serie Lost. Es más, se ha llegado a decir que el hecho de dirigir Star Trek era incompatible con la dirección de Star Wars.
Suerte que tenemos al bueno de Larry Kasdan pululando por ahí.

3. La anterior trilogía.


Gran parte del escepticismo ante este nuevo episodio está provocado por la decepción que supuso la anterior trilogía. A nivel argumental hacer una precuela supone todo un reto, ya que el espectador conoce de antemano el statu quo resultante y la capacidad de motivar y sorprender se reduce. A pesar de contar con un reparto espectacular, la pobre historia, la falta de carisma de algunos personajes -el carisma es algo que surge, no se puede forzar- y la lejanía con la esencia de la trilogía inicial convirtieron a las tres películas, sin ser rematadamente malas, en una mera sucesión de efectos digitales.

4. La adaptación a los tiempos modernos.



Sin duda uno de los grandes retos del Episodio VII es conseguir que los efectos digitales no solapen el resto de aspectos de la película, como ya pasó -y hemos mencionado en el punto anterior- en la anterior trilogía. Los efectos especiales deben ser una herramienta al servicio del guión y no al revés. Por desgracia en el cine actual de acción y ciencia-ficción se está sustituyendo con demasiada frecuencia la creatividad por el alarde visual que permiten los ordenadores. Cierto es que no esperamos ver, o intuir, a otro Kenny Baker dentro de R2-D2 (es mentira, lo deseamos), pero tampoco queremos ver una película de animación por ordenador o un videojuego.

5. El recurso a las viejas glorias


Sería inconcebible asistir a la evolución de la historia en esta galaxia muy, muy lejana sin la familia Skywalker, sin Luke, Leia o Han Solo. Necesitamos personajes carismáticos, que conozcamos y con los que sintamos afinidad. En las precuelas echamos un poco de menos a nuestros héroes, apenas teníamos a Yoda, a los jóvenes Obi Wan Kenobi y Anakin Skywalker y a los androides. Además ahora el tiempo juega a nuestro favor, los actores están notoriamente más viejos, paralelamente a los personajes que interpretan. Por tanto, sería lógico y agradecido por los fans contar de nuevo en el elenco con Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford, entre otros. Sin embargo, tenemos una mala experiencia con la resurrección de viejas glorias. Sin ir más lejos, el propio Ford en la cuarta parte de Indiana Jones, Arnold Schwarzenegger en las últimas Terminators o Bruce Willis en la innecesaria quinta entrega de La Jungla. En todas ellas han tenido que ceder gran parte de su monopolio de protagonismo a otros personajes, a actores más jóvenes, y en esta Star Wars seguramente también sucederá. Es algo tan comprensible como encomiable es el esfuerzo que hacen estos actores por seguir interpretando a los personajes que les dieron la fama. En cualquier caso, la carencia de personalidad de esta nueva hornada de actores debe ser suplida por otros aspectos en la película, que permitan crearnos nuevos héroes y doten de consistencia a la franquicia.

A pesar de todo, el día del estreno acudiremos con ilusión y expectación, conscientes de la posibilidad de que haya cosas que no resulten totalmente fieles al universo creado por Lucas por la inevitable adaptación a la nueva generación de espectadores, pero esperando recibir en nuestra butaca lo que siempre esperamos cuando acudimos a una sala de cine: entretenimiento.

sábado, 11 de octubre de 2014

Fincher lo ha vuelto a hacer


Es muy difícil decir nada sobre Perdida sin que se escape algún temido spoiler, pero lo intentaré. Porque David Fincher lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a sorprendernos. En Perdida abundan las sorpresas y los giros inesperados y puedo decir que, en el año 2014, Fincher aún consigue plantearnos situaciones imprevisibles, en las que no tenemos ni una ligera sospecha de lo que va a pasar a continuación.

Naturalmente, la intensidad de estas sospechas depende de cada espectador. Hay a quien le gusta especular, decir con rotundidad quién es el asesino, y disfruta con ello. Yo prefiero dejarme llevar, seguir las pistas que te va soltando a cuentagotas el guión y elaborar mi teoría sin descartar el resto de alternativas. Y también disfruto con ello. Esta película no sigue el típico esquema cronológico ni mucho menos; no revela quién es "el malo" al final de la película desmoronando nuestras modestas pero convencidas elucubraciones. O no necesariamente. Y ahí reside para mí la orginalidad y la capacidad para sorprender a una audiencia tan experimentada. Lo que sí utiliza es el recurso que funciona tan bien de ir ofreciendo pistas, algunas por casualidad y otras gracias a deducciones más o menos verosímiles de los personajes. Eso sí, siempre contradictorias unas con otras, para despistarnos y para engancharnos a la trama por el deseo de saber la solución al enigma.

Porque los personajes son engañados, pero nosotros, hasta el momento en que a Fincher le da la gana y con determinados elementos -alguno aparentemente intrascendente y cuya única utilidad parece la de un mero instrumento narrativo-, también. Está muy presente el juego de no saber qué es verdad y qué mentira, o hasta qué punto tal personaje dice la verdad. Pero con moderación, en su justa medida. Hay revelaciones críticas al espectador que, por otro lado, no desembocan en una pérdida de tensión o de interés. Aún sin escenas de acción, en dos horas y media no hay ni un momento para el bostezo.


Paralelamente a la investigación de un presunto crimen coexiste una crítica social. Se expone, rozando la ridiculización, cómo los medios de comunicación influyen en la opinión de los ciudadanos y, especialmente, cómo condicionan la forma de actuar de las víctimas de la tragedia. Condicionan porque hasta una simple sonrisa puede conducirte a la inyección letal. Las masas juzgan, pasan de la inocencia a la culpabilidad con la misma velocidad con la que se pasa del amor al odio en un matrimonio. Nosotros lo vemos desde lejos, resguardados en nuestra cómoda butaca, convencidos de que lo que nos separa de ellos no son las filas de distancia con la pantalla sino todo el Océano Atlántico. Nos gusta pensar en lo raros que son los americanos. Nosotros jamás seremos así...

David Fincher tiene varias películas excelentes en su filmografía y Perdida es una más. Es de las que apetece un revisionado a corto plazo, algo de lo que muy pocas películas pueden presumir. Como he dicho, la capacidad de sorpresa depende del espectador, pero lo que no se puede negar es que engancha, es muy entretenida e incluso invita a la reflexión. Fíjense, me ha gustado tanto que ni siquiera he criticado a Ben Affleck.

sábado, 20 de septiembre de 2014

El tiempo no pasa tan deprisa en 'Boyhood'


Sin ser una película del perfil que más me gusta, la avalancha de elogios, alabanzas y orgasmos colectivos que Boyhood (Richard Linklater, 2014) estaba acumulando hizo que mi curiosidad se despertara. Ya sabía a lo que me enfrentaba: una película rodada durante más de una década, siempre con los mismos actores, que narra los distintos momentos de la infancia y la adolescencia de Mason, un chaval cualquiera. Así que ayer aproveché para de paso rememorar viejos tiempos acudiendo al antigo Cine Florida de Barcelona (hoy los Renoir Floridablanca), concretamente a la sala 2, la única que permanece estructuralmente intacta desde los tiempos en que la visitaba con una periodicidad prácticamente mensual.

A priori, el planteamiento es original -en el sentido de que, por culpa de la urgencias de la industria, es algo que casi nunca se ha hecho- y el esfuerzo de todo el equipo notable y aparentemente admirable. Una vez reconocido esto, que no es poco, nos queda disfrutar del producto. El grado de satisfacción, no obstante, es diferente en los tres ámbitos en que podemos dividir, a grandes rasgos, la película: el mensaje, la emoción y el entretenimiento.

El mensaje que transmite va intrínsecamente ligado a su peculiar estructura. Y lo resume excelentemente una excelente Patricia Arquette casi al final de la película. Tanto ella, como el desconcertante Ethan Hawke y el resto de personajes adultos, así como nosotros los espectadores, somos testigos del inexorable paso del tiempo a través de la evolución de la personalidad y la anatomía de Mason. Mientras él vive el momento (a su manera), nosotros nos percatamos de que cada vez somos más viejos cuando observamos sus "estirones". Tengo que reconocer que las transiciones de un momento de su vida a otro, el salto temporal, está realizado de una manera muy sutil, en absoluto abrupto, sin cortar el ritmo. Es suficiente con que nos muestren un corte distinto de pelo o la "pelusilla" de la pubertad que asoma bajo su nariz para indicarnos que ha transcurrido un año (ó dos, ó sólo meses, no importa), sin necesidad de puntos críticos ni situaciones traumáticas. Aunque en algún caso éstas efectivamente se producen.

En cuanto a la emotividad, que dada la ausencia de argumento debería ser el punto fuerte de Boyhood, tiene muchos altibajos. Hay algún momento de tensión, otros mínimamente cómicos y los supuestamente emocionantes se ahogan por el carácter con tendencia al monosilabismo de Mason. La mayor carga de emotividad la aporta su madre y las distintas vicisitudes (profesionales, económicas, sentimentales) a las que se enfrenta, siendo, efectivamente, el niño y su hermana víctimas de ello. En ese sentido, y me adelanto al siguiente párrafo, se puede decir que la película refleja a la perfección lo anodino de la vida de un adolescente. El personaje que interpreta la Arquette es de lo mejor de la película; como su hijo también evoluciona y casi todo lo que a él le pasa -y por tanto, la enjundia de la historia- es producto de las decisiones de ella. El personaje del padre intenta aportar el toque desenfadado en apariencia con drama familiar subyacente, pero adolece de la voluntariosa mediocridad de Ethan Hawke. La hermana, Samantha, se diluye como un azucarillo en la historia. Como en la vida misma, los hermanos comparten durante la infancia casi las 24 horas del día, domicilio familiar (incluso dormitorio), excursiones, tragedias, escasos momentos de alegría. Luego, como dicta el ciclo vital, los caminos divergen. En ese sentido la utilización del personaje es bastante correcta. El resto de secundarios tienen poco carisma y me parecen infrautilizados. Teniendo en cuenta las dificultades técnicas del proyecto (es posible que no se pudiera contar con tal actor en tal momento del rodaje), se echa en falta una mayor conexión entre los distintos puntos temporales de la historia, un mayor anclaje a través de personajes distintos a la madre o el padre; que alguien con relevancia al comienzo (hermanastros, compañeros de colegio, etc.) apareciera al final para reforzar la idea principal, la de la rapidez del paso del tiempo.

Una pintura que quiere abarcar 13 años requiere un lienzo considerable; resulta inconcebible explicar lo que pretende Boyhood en la duración estándar de un largometraje. La duración es adecuada para la magnitud y naturaleza del producto, sin embargo, acusa una irregularidad injustificada. En su conjunto no es una película aburrida, pero sí hay momentos en los que se puede hacer pesada. La primera mitad se consume bien, con agrado, pasan cosas más o menos interesantes. Pero cuando el chaval ya es adolescente y no tan entrañable, la hermana desaparece y con ella sus trifulcas, la madre comete errores que nos resultan familiares y el padre se deja bigote, empiezan a aflorar los pasajes en los que el tiempo ya no pasa tan deprisa. Para mi gusto, el recurso ¿fácil? del gag que nos extrae una sonrisa está infrautilizado y nos hubiera ayudado a digerir algunas escenas especialmente insustanciales. Quizás hubiera sido demasiado comercial pero la película sin duda se presta a ello.

Como conclusión, Boyhood es un experimento muy meritorio, con una dirección y producción impecable. Por desgracia se olvida de los espectadores que, en nuestra modestia e ignorancia, consideramos el cine como un entretenimiento.

domingo, 8 de junio de 2014

Días del Futuro Pasado



Aviso a la población. Este artículo, aunque tremendamente humilde, puede contener algo conocido como spoiler. Si no has visto la película y te interesa verla, te recomendamos que lo leas una vez la hayas visto.



Tal como sucedió el año pasado con El Hombre de Acero, los pronósticos no han sido del todo acertados y éste no ha sido el estreno del año, lo que significa que los Guardianes de la Galaxia lo tienen mucho más fácil ahora.

Porque éste es el principal problema de X-Men: Días del futuro pasado, las expectativas (lo que se conoce ahora en la jerga del pueblo como hype, para que todo el mundo lo entienda) eran muy altas. Sin duda se trata de una excelente película, que consolida la que probablemente sea la mejor saga cinematográfica de superhéroes (con permiso del murciélago de Nolan). Pero desgraciadamente se queda lejos de su predecesora, X-Men: Primera Generación. Las comparaciones entre ambas son su segundo problema.

Primera Generación es una película redonda desde las escenas iniciales, donde nos muestran los primeros pasos de los dos líderes mutantes, pasando por un villano que no porque tenga el rostro ultraconocido de Kevin Bacon deja de hacernos sentir admiración, e incluso respeto, hasta terminar con una apoteosis de destrucción y de exhibición de poderes. Días del Futuro Pasado también comparte la mayoría de estos elementos, pero muchos nos resultan ya pelín recalentados. La novedad, la frescura, la aporta Lobezno, el mejor personaje de Marvel junto a Spiderman, pero con el rostro de un Hugh Jackman que exhibe ciertos síntomas de agotamiento. Quizá sea por la falta de adamantium en su esqueleto, quién sabe...

Se echa mucho de menos más escenas de acción. Una de las más memorables, que todos tenemos en mente, la protagoniza nuestro querido Mercurio, el cual estamos deseando que cambie de década para verlo con un look menos teenager. El guiño hacia la presunta paternidad de Magneto es también de agradecer. Aparte de dicha fuga de Magneto del Pentágono (acusado del asesinato de Kennedy, claro que sí), nos queda la secuencia final del ataque final a la Casa Blanca, intercalada con la resistencia de la cuadrilla de mutantes con los Centinelas en el futuro. Poca cosa para lo que Marvel y el cine de acción actual nos tiene acostumbrados.

Sin duda Magneto, a pesar de -el irregular en la elección de sus papeles- Michael Fassbender, es el mejor personaje de la película. No obstante, el hecho de aparecer a mitad de la historia y no acaparar su merecido protagonismo hasta la última media hora, puede despistar a los (escasísimos) espectadores que no hayan visto las precuelas ni conozcan los entresijos de estos mutantes. El ataque final es brutal, es sublime, pero en la primera hora de la película todos seguíamos las -interesantes, sin duda- andaduras de Logan, que en ese momento estaba ahogándose en el fondo del Potomac.

Luego están las tirrias personales. Nicholas Hoult no acaba de convencer para representar a Bestia, uno de los mutantes más importantes, ni siquiera en su modo berserker. Y en cuanto a Mística, la Lawrence es la monda, pero nos quedamos con la Romjin por motivos obvios:


Resumiendo, es una película divertidísima y altamente recomendable, que hará las delicias de fans y no fans de la saga de los mutantes. Pero que tiene la elevada presión de su predecesora y de unas expectativas que llegan a alcanzar, pero sin soltar el lastre de una capacidad de sorpresa cada vez más escasa entre los espectadores.