sábado, 16 de mayo de 2015

The Willies (1990)

Las películas basadas en recopilaciones de relatos breves, básicamente de género fantástico y de terror, estuvieron muy de moda en los años ochenta, con ejemplos muy ilustres como Creepshow, En los límites de la realidad, Los ojos del gato, Cuentos asombrosos e incluso, de un modo bastante sui generisWaxwork o Amazonas en la luna. En la actualidad, las estériles mentes de guionistas y productores intentan rescatar esta fórmula con productos como V/H/S o The ABC of Death, los cuales comparten únicamente el formato, en absoluto el espíritu.

The Willies (Brian Peck, 1990), la película que nos ocupa hoy, puede considerarse como uno de los últimos coletazos en la oleada ochentera del género. El planteamiento, que sirve como nexo y excusa para explicarnos algunas historias asombrosas, es uno de los más estereotipados de la cultura occidental: unos chavales, acercándose en su ciclo vital a una línea de meta donde les espera el trofeo de la adolescencia, se cuentan historias reales de terror en una tienda de campaña con deficiencias en la iluminación.


En una breve introducción pre-créditos ya nos cuentan dos brevísimas historias independientes, protagonizadas por el extraño menú de una cadena de comida rápida y las consecuencias de visitar en edad avanzada una atracción del pasaje del terror. Tras los créditos iniciales, los jóvenes campistas nos cuentan otro par de historias increíbles de cuya veracidad tienen fidedigna constancia.

La primera está protagonizada por el típico nerd en ciernes en el típico elementary school americano, que como no podía ser de otra forma es víctima del típico bullying. El bedel que en un principio sale en su auxilio y que promete defenderlo resulta ser [SPOILER] un terrible monstruo [/SPOILER]. Exceptuando el inusual contexto, el argumento no resulta excesivamente revolucionario, ni tampoco su desenlace. Sin embargo, las peripecias del crío para informar de lo que sucede en el lavabo de los chicos, luchando contra el escepticismo de la profesora y las collejas de los macarras, son realmente divertidas. También su dulce venganza supone un pequeño y cómplice placer para el espectador.

La segunda historia probablemente sea más morbosa. Gordy Belcher es -como Danny Hollister, el protagonista de la historia anterior- un muchacho solitario, un loser, sin amigos y con menos popularidad que la profesora de Latín. La revelación tardía de su extravagante afición, no consumada hasta transcurridos bastantes minutos, nos mantiene en vilo y hace que sigamos sus evoluciones con interés. Si en el primer relato sufrimos por Danny en sus idas y venidas entre el servicio de caballeros y un aula inmersa en un examen de quebrados, aquí deseamos saber con todas nuestras fuerzas para qué quiere Gordy el fertilizante robado al apestoso granjero Spivey. Una vez sabemos a qué dedica su tiempo libre, el interés no decae en absoluto, se mantiene a un alto nivel, como la actitud canallesca de Gordy. Al final, la moraleja no se aleja mucho de la esperada, pero eso, ni los altamente mejorables efectos especiales, no reducen nuestra satisfacción por tal desenlace.



The Willies es, por supuesto, una mala película. Por eso inauguramos con ella la etiqueta "Cine Cutre" de nuestro blog. Pero incluso tratándose de una serie B casi canónica encontramos elementos a destacar. La temática es plenamente juvenil; tanto los tres chicos que cuentan las historias, como los protagonistas de las dos principales, se sitúan en la amplia frontera que separa la infancia de la adolescencia. Esto nos conduce a pensar que si la hubiéramos visto en el momento de su estreno hubiéramos disfrutado aún más al sentirnos mucho más identificados (como nos pasa, salvando por supuesto las distancias, con E.T., Los Goonies, Exploradores, etc.).

El reparto tampoco es trivial; tenemos a un Sean Astin que aquí, a pesar de lo que digan los almanaques, está más cercano a Samsagaz Gamyi que a Mikey, a la monja de los Blues Brothers Kathleen Freeman y al entrañable James Karen, protagonista de esas dos joyas que son La divertida noche de los zombies y sobre todo El regreso de los muertos vivientes. Por otro lado, no nos entusiasma demasiado el inesperado cameo de Kirk Cameron y su hermana, interpretando a sus personajes de Los problemas crecen, así como el hermano pequeño de los Seaver como uno de los matones de la primera historia, pero ahí están y suponemos que en la época tendría su gracia.

Por lo demás, la banda sonora cumple su función sin estridencias ni emociones y los efectos especiales quizás estén por encima de la media de los productos de este tipo (con alguna que otra ayuda del montaje). Es una película cutre y previsible, sí, pero con monstruos dignos (aunque escasos), incoherentes gags ochenteros y sobre todo extrañamente divertida. Qué demonios, os la recomendamos con absoluta impunidad.

domingo, 10 de mayo de 2015

La efímera Era de Ultrón

En los últimos siete años, probablemente desde la primera de Iron Man (las de Hulk no cuentan y las de X-Men y Spiderman, por razones empresariales, menos) antes de ir a ver cada nueva película del Universo Marvel recitamos idéntico mantra: va a ser lo de siempre, un despliegue de efectos digit... especiales y personajes carismáticos, con un elenco de caras conocidas, argumento correcto pero sin alardes, chistes provocados por el cinismo de Tony Stark o el paletismo cuasiprovinciano de Thor o Steve Rogers, el religioso cameo de Stan Lee y poca cosa más. Y podemos afirmar que acertamos de pleno con esta última entrega de la franquicia estrella, Los Vengadores.


En La Era de Ultrón, Stark rebaja un pelín su sarcasmo (el fregao en el que se mete no invita a los chistecitos) y tanto el dios nórdico como el supersoldado muestran síntomas de acostumbrarse al enigmático siglo XXI. Que la frecuencia de gags sea inferior a la media de la factoría no la convierte en una película más seria. La empatía hacia personajes que ya nos han presentado, que conocemos y son como de la familia (como los primos frikis a los que les gusta construir cachivaches o practicar el tiro con arco) aporta la dosis de complicidad necesaria para hacer sentir cómodo al espectador. Una expresión del inexpresivo Hemsworth al chafar un juguete infantil o la reprimenda de Evans a los exabruptos de Downey Jr (y viceversa) son elementos suficientes para provocar la sonrisa a una audiencia ávida de guiños de este tipo. Los Vengadores son de los nuestros, los conocemos, tenemos nuestro favorito/a y nos gusta que luchen juntos pero, confesémoslo, también entre ellos.

Estamos ante un eslabón más en la larguísima cadena marveliana que Disney nos ha programado. Al parecer, el presunto agotamiento de la fórmula no parece ser una variable de demasiada importancia en la ecuación. La generación del -siempre malsano- hype a través de imágenes, teasers, tráilers a tutiplén y escenas post-créditos supone una garantía de éxito, por lo menos comercial. Muy seguros están los directivos de Disney del triunfo de la explotación del Universo Marvel. De momento, todos los índices que pueden representar dicho éxito les están dando la razón.

Y de manera merecida. Con sus defectos, Los Vengadores. La Era de Ultrón es una película muy divertida. No desmerece en absoluto a su antecesora, es más, nos atrevemos a decir que la supera. Si en la anterior una de las atracciones (y distracciones) se centraba en el trabajo de los guionistas para reunir a personajes tan dispares, en ésta, al estar los Vengadores ya reunidos, nos podemos concentrar más en la acción, en la lucha contra el enemigo común y en las relaciones de los protagonistas, constituyendo éstas una mezcla de perpetuo recelo, bromas asimétricas, frágil compañerismo y algún romance desconcertante.

El gran mérito de esta película es la dosificación de los personajes; no es tarea fácil repartir el protagonismo entre tanto superhéroe. Para colmo, en esta entrega hacen su debut tres más, dos de ellos de relativa importancia dentro del grupo. Alguno tiene más peso que otro, pero cada uno mantiene su cuota de pantalla a un nivel aceptable. Por ejemplo, el Capitán América y Thor, sin ser determinantes en la trama, tienen una participación muy activa en las escenas de acción. Los más débiles, como la Viuda Negra u Ojo de Halcón, no se limitan a ser meros comparsas sino que aportan matices destacables a la historia y a las relaciones de los personajes. Incluso algún gag que otro. El carisma sigue estando a cargo de Iron Man, así como el motivo de la crisis que da lugar a la historia. Probablemente en los cómics será el preferido de muy pocos, pero la personalidad del Tony Stark cinematográfico se merienda a los demás con bastante soltura. Y Hulk, nuestro Jeckyll y Hyde, el más débil pero a la vez el más poderoso, en formato verde se prodiga demasiado poco para nuestro gusto, pero el sufrimiento como doctor Banner queda bastante bien transmitido. A un personaje que es capaz de ganar una guerra él solito los guionistas deben cuidarlo (lo que no significa necesariamente que deban dosificarlo).

El villano de turno es otro de los puntos fuertes. De todas maneras, sus intenciones no acaban de quedar bien reflejadas; es el malo y quiere acabar con los Vengadores y, luego, con el planeta, y punto. Por su naturaleza existe un trasfondo, una motivación, un error informático, que queda plasmado en más de una ocasión pero con relativa confusión. En cualquier caso no es obstáculo para disfrutar de un villano con el alma de una inteligencia artificial instrumentada en un amasijo robótico que evoluciona y que llega a controlar a un ejército casi ilimitado de clones.

Lo demás no difiere mucho de lo que ya nos han ofrecido antes. El descomunal presupuesto tiene su reflejo en unas escenas de acción prácticamente insuperables, sin respiro para el espectador y de una coreografía impecable. Están tan bien realizadas que en ningún momento permiten el bostezo gratuito. Sin duda son increíbles, inverosímiles, pero forman parte de un juego cuyas reglas aceptamos en el momento de comprar la entrada.

Como hemos dicho, estamos ante un eslabón más, la maquinaria va a un ritmo vertiginoso y no se detiene. Pronto tendremos más aventuras por separado del Capitán América, Thor y quien tercie. Sabremos qué ha pasado con Hulk (puestos a pedir, no estaría mal una peli de Planet Hulk) y con esos versátiles (y poco carismáticos, no nos engañemos) nuevos Vengadores, con una Bruja Escarlata -personaje crucial en el Universo Marvel- más que digna pese a nuestra desconfianza inicial.