sábado, 8 de agosto de 2015

El Hombre Hormiga


No era la película más esperada de Marvel, ni del año, ni probablemente del blockbusteriano verano. Y eso que precisamente este verano está siendo cinematográficamente bastante flojo, hasta el momento y con pocas previsiones de mejorar con títulos como la nueva versión de Los 4 Fantásticos. Ant-Man es una de esas citas eludibles, prescindibles para el espectador que no puede permitirse acudir a todos los estrenos, y cuya única razón de existencia parece que sea la de presentar una pieza más del puzzle gigantesco que están preparando desde Marvel con paciencia, muchísimos medios y -aunque jugueteando peligrosamente con la saturación- podemos decir que con bastante éxito.

A grandes rasgos, Ant-Man tiene una cosa buena y una mala. La buena es que es una película divertida. Durante casi dos horas te entretiene de manera notable y aunque tiene momentos mejores que otros, los bajones no te sacan de la historia. La mala, es que se trata de algo que ya hemos visto muchas veces con anterioridad. De estas -cada vez más frecuentes- sagas de superhéroes, habitualmente las primeras entregas, donde nos narran el génesis del personaje, son las que atraen más la curiosidad del espectador. En las posteriores, con los héroes ya nacidos, crecidos y en algún caso reproducidos, el guionista debe currárselo más. Este Hombre-Hormiga se aprovecha del impulso de esa primera entrega para captar nuestro interés, por lo que la originalidad decae y la estructura de su historia no difiere demasiado de la de Iron Man o Spider-Man. Para colmo, por si no estuviéramos suficientemente avisados, el tráiler sigue la incomprensible tendencia actual y nos ofrece un despliegue de spoilers que, aunque no queramos, nos condiciona durante el visionado de la película.

Tampoco destacan dos elementos habituales de estas producciones; por un lado, los efectos visuales son correctos, pero no impresionan. De hecho, no es algo exclusivo de esta película, el ojo del espectador es cada vez más exigente y, a pesar de ¿loables? intentos de mejorar la experiencia como el 3D, la tarea es complicada. Sin negarle ningún mérito -personalmente, a mí las hormiguitas digitales me gustaron- y salvando las distancias, los efectos a la antigua en historias de miniaturización como El increíble hombre menguante o Dr. Cyclops merecen más elogios.


El otro elemento desaprovechado es el sentido de humor. La desvinculación del proyecto de Edgar Wright tal vez sea la causa de que no se le haya sacado suficiente partido al personaje. Sin que deje de ser un título de acción, en Ant-Man, más que en ningún otro lugar del universo marveliano, los chistes tendrían que haber hecho acto de presencia con más frecuencia. Es obvio que Paul Rudd no tiene el carisma de Robert Downey Jr (quién lo tiene?), pero tampoco se trata de que nos entren ganas de asesinar a Michael Peña...

En cualquier caso, volveremos a encontrarnos con el Hombre-Hormiga en producciones mayores de este tinglado tan programado que están cocinando el tándem Disney-Marvel para los próximos años. Y ésas, independientemente del resultado final, sí que serán citas ineludibles.