sábado, 7 de noviembre de 2015

Queremos remakes!


Por qué no? En algunos casos -más de los que creemos- son buenos productos, que suman, y los que no son buenos no tienen necesariamente por qué restar.
Que el remake de Karate Kid es muy malo? Pues nos olvidamos de él y nos quedamos con la original, la de Ralph Macchio y Pat Morita. Como si Jaden Smith y Jackie Chan no existieran.

La postura de los fans que están en contra de los remakes es muy comprensible porque en la mayoría de casos, aun sin ser malas películas, no superan a la original. Pero hay que tener en cuenta dos cosas: si una película es candidata a tener remake es porque es muy buena y superarla resulta muy difícil; y que si el remake es malo, la original -que tanto nos gusta y a la que veneramos- no tiene por qué verse afectada, son dos películas distintas.

La escasez de ideas en la producción cinematográfica es indiscutible, sobre todo en Hollywood. Remakes, secuelas, reboots, adaptaciones... Pero esto siempre ha existido. Desde la Odisea de Homero, las historias siempre se repiten. Muchas películas que adoramos no dejan de ser remakes o adaptaciones, y en muchos casos ni siquiera somos conscientes. Uno de los casos más paradigmáticos es el de La cosa. Como muchos saben, la maravilla de John Carpenter de 1982 es un remake de una película de 1951 de Howard Hawks. Y a pesar de ser un endemoniado remake es mejor que la original. Y eso que la de 1951 es una gran película, divertidísima y adelantada a su tiempo en muchos aspectos. La posterior y vilipendiada de 2011 no es exactamente un remake sino una precuela, si bien el guión mantiene la estructura de la de Carpenter, de la cual, sin ser nefasta, es obvia y previsiblemente inferior.


Un remake es un arma de doble filo. Por un lado consigue la atención y la recaudación en taquilla que conlleva la etiqueta de la franquicia. Y por el otro, carga con el peso de la comparación, de la cual con muchísima suerte consigue salir empatando.

Aparte de la necesidad comercial, un remake puede ser necesario a nivel creativo. Aunque desde mi punto de vista no lo justifique. A los espectadores actuales, la generación posterior a la nuestra, los efectos especiales, la estructura narrativa, los diálogos de las películas que nos marcaron en nuestra infancia y adolescencia, les resultan desfasados. No les asusta la papilla que usó Sam Raimi en Posesión Infernal o los meritorios efectos especiales de Noche de miedo. Los productores de hoy en día son conscientes de ello y pretenden saciar esa necesidad de buenas historias con recursos actuales bajo la ley del mínimo esfuerzo. Nosotros, que nos criamos con Rick Baker, Tom Savini y Stan Winston, nos creemos aún a día de hoy la transformación de Un hombre lobo americano en Londres. Y nos siguen haciendo gracia los diálogos entre Bill Murray y Dan Aykroid. Pero los tiempos han cambiado. La forma de explicar las historias y, especialmente, la manera en que los espectadores la reciben es más dinámica, más ambiciosa, más crítica. Y superar ese listón no siempre es posible.

En cualquier caso, si repasamos algunos títulos de la lista de remakes de los últimos años encontramos de todo, incluso algún caso en que muchos consideran que ha superado al original, como Las colinas tienen ojos o Piraña(1). Hay casos de remakes a todas luces innecesarios, como el de Poltergeist, Pesadilla en Elm Street o Ultimátum a la Tierra. Y títulos desde mi punto de vista dignos o al menos con algo que aportar, como Robocop, Desafío Total, Dredd, La matanza de Texas o Noche de miedo.



Una cosa buena, que nadie negará, tienen los remakes. Y es que permiten el debate apasionante, la crítica feroz, el despotricamiento, la disección hasta las entrañas, la defensa a ultranza. En definitiva, nos ponen en bandeja un contraste de opiniones tan básico y fundamental como interesante. Que sigan haciendo remakes!

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(1) Las dos de Alexandre Aja, curiosamente. Con Piraña estoy de acuerdo, pero con respecto a Las colinas tienen ojos, me quedo con la de Wes Craven.