viernes, 2 de febrero de 2018

La Furia del Planeta Rojo



Es indudable que para los autores del cine de ciencia-ficción de los años 50 la Tierra se les había quedado pequeña. La mayoría de veces eran los aburridos extraterrestres los que no tenían otro pasatiempo mejor que invadirnos, pero también había casos en los que la imaginaria tecnología terrícola permitía algún periplo más allá de la Luna. Para hacer el relato un poquito más verosímil los viajeros espaciales no iban mucho más allá de lo concebible. Se quedaban, por ejemplo, en Marte.

Un viaje de ida y vuelta a Marte es lo que nos cuenta La Furia del Planeta Rojo (The Angry Red Planet, 1959), escrita y dirigida por Ib Melchior, y protagonizada por Gerald Mohr, Nora Hayden, Les Tremayne y Jack Kruschen.

Un cohete enviado a Marte había perdido la comunicación con la Tierra y se daba por perdido. Sin embargo, un día se detecta su presencia cerca de la atmósfera terrestre y se consigue su aterrizaje. Contra todo pronóstico, de los cuatro tripulantes que iniciaron la misión hay dos supervivientes: la doctora Iris Ryan y el piloto O'Bannion, gravemente contaminado por una extraña sustancia en su brazo. Al tratarse de una afección desconocida en nuestro planeta, la única manera de salvarlo es que la doctora Ryan recupere la memoria. Y así comienzan a relatarnos tan curioso y pintoresco viaje.

Tras un trayecto insólitamente breve -hay elipses temporales representadas por un calendario que indica los días transcurridos que no evita sin embargo la sensación de que aquello se ha rodado en una mañana-, el aterrizaje (o amartizaje?) del claustrofóbico vehículo espacial en el planeta rojo se realiza sin problemas. Permanecen un tiempo observando por la ventana, sorprendidos por la exuberancia de la vegetación autóctona y por la ausencia de cualquier tipo de movimiento o sonido. Como en el cohete ya han pasado muchos días y no consideran necesario que ningún miembro de la tripulación permanezca allí dentro como medida de auxilio, salen los cuatro de expedición, hacia lo desconocido. Y, por supuesto, en la superficie de Marte no hay únicamente plantas.

Técnicamente la película es muy irregular; combina efectos sorprendentes para la época como el "famoso" Cinemagic, ese filtro rojo que dota de una atmósfera muy convincente a nuestro planeta vecino, con voluntariosos cutreríos como dibujos no excesivamente logrados suplantando maquetas de la nave o el propio decorado de la cabina. Eso sí, los monstruos marcianos, que es lo que en el fondo nos interesa, son más que dignos y merecen un puesto en las listas de criaturas célebres de la ciencia-ficción cincuentera. Destaca la planta carnívora, la ameba amorfa, el caudillo de tres ojos y, especialmente, la maravillosa rata-araña-murciélago.

Pese a su frívola apariencia, La Furia del Planeta Rojo cuenta con su conato de moraleja. Al final, los malvados marcianos, tras acosar a los frágiles misioneros terrestres y acabar con la vida de alguno, permiten que dos de ellos regresen a su hogar con el fin de entregar un mensaje; una amenaza de que pagarán las consecuencias si vuelven a molestar a los poderosos habitantes de Marte, si se les ocurre regresar a ese planeta sin haber sido invitados.