domingo, 10 de mayo de 2015

La efímera Era de Ultrón

En los últimos siete años, probablemente desde la primera de Iron Man (las de Hulk no cuentan y las de X-Men y Spiderman, por razones empresariales, menos) antes de ir a ver cada nueva película del Universo Marvel recitamos idéntico mantra: va a ser lo de siempre, un despliegue de efectos digit... especiales y personajes carismáticos, con un elenco de caras conocidas, argumento correcto pero sin alardes, chistes provocados por el cinismo de Tony Stark o el paletismo cuasiprovinciano de Thor o Steve Rogers, el religioso cameo de Stan Lee y poca cosa más. Y podemos afirmar que acertamos de pleno con esta última entrega de la franquicia estrella, Los Vengadores.


En La Era de Ultrón, Stark rebaja un pelín su sarcasmo (el fregao en el que se mete no invita a los chistecitos) y tanto el dios nórdico como el supersoldado muestran síntomas de acostumbrarse al enigmático siglo XXI. Que la frecuencia de gags sea inferior a la media de la factoría no la convierte en una película más seria. La empatía hacia personajes que ya nos han presentado, que conocemos y son como de la familia (como los primos frikis a los que les gusta construir cachivaches o practicar el tiro con arco) aporta la dosis de complicidad necesaria para hacer sentir cómodo al espectador. Una expresión del inexpresivo Hemsworth al chafar un juguete infantil o la reprimenda de Evans a los exabruptos de Downey Jr (y viceversa) son elementos suficientes para provocar la sonrisa a una audiencia ávida de guiños de este tipo. Los Vengadores son de los nuestros, los conocemos, tenemos nuestro favorito/a y nos gusta que luchen juntos pero, confesémoslo, también entre ellos.

Estamos ante un eslabón más en la larguísima cadena marveliana que Disney nos ha programado. Al parecer, el presunto agotamiento de la fórmula no parece ser una variable de demasiada importancia en la ecuación. La generación del -siempre malsano- hype a través de imágenes, teasers, tráilers a tutiplén y escenas post-créditos supone una garantía de éxito, por lo menos comercial. Muy seguros están los directivos de Disney del triunfo de la explotación del Universo Marvel. De momento, todos los índices que pueden representar dicho éxito les están dando la razón.

Y de manera merecida. Con sus defectos, Los Vengadores. La Era de Ultrón es una película muy divertida. No desmerece en absoluto a su antecesora, es más, nos atrevemos a decir que la supera. Si en la anterior una de las atracciones (y distracciones) se centraba en el trabajo de los guionistas para reunir a personajes tan dispares, en ésta, al estar los Vengadores ya reunidos, nos podemos concentrar más en la acción, en la lucha contra el enemigo común y en las relaciones de los protagonistas, constituyendo éstas una mezcla de perpetuo recelo, bromas asimétricas, frágil compañerismo y algún romance desconcertante.

El gran mérito de esta película es la dosificación de los personajes; no es tarea fácil repartir el protagonismo entre tanto superhéroe. Para colmo, en esta entrega hacen su debut tres más, dos de ellos de relativa importancia dentro del grupo. Alguno tiene más peso que otro, pero cada uno mantiene su cuota de pantalla a un nivel aceptable. Por ejemplo, el Capitán América y Thor, sin ser determinantes en la trama, tienen una participación muy activa en las escenas de acción. Los más débiles, como la Viuda Negra u Ojo de Halcón, no se limitan a ser meros comparsas sino que aportan matices destacables a la historia y a las relaciones de los personajes. Incluso algún gag que otro. El carisma sigue estando a cargo de Iron Man, así como el motivo de la crisis que da lugar a la historia. Probablemente en los cómics será el preferido de muy pocos, pero la personalidad del Tony Stark cinematográfico se merienda a los demás con bastante soltura. Y Hulk, nuestro Jeckyll y Hyde, el más débil pero a la vez el más poderoso, en formato verde se prodiga demasiado poco para nuestro gusto, pero el sufrimiento como doctor Banner queda bastante bien transmitido. A un personaje que es capaz de ganar una guerra él solito los guionistas deben cuidarlo (lo que no significa necesariamente que deban dosificarlo).

El villano de turno es otro de los puntos fuertes. De todas maneras, sus intenciones no acaban de quedar bien reflejadas; es el malo y quiere acabar con los Vengadores y, luego, con el planeta, y punto. Por su naturaleza existe un trasfondo, una motivación, un error informático, que queda plasmado en más de una ocasión pero con relativa confusión. En cualquier caso no es obstáculo para disfrutar de un villano con el alma de una inteligencia artificial instrumentada en un amasijo robótico que evoluciona y que llega a controlar a un ejército casi ilimitado de clones.

Lo demás no difiere mucho de lo que ya nos han ofrecido antes. El descomunal presupuesto tiene su reflejo en unas escenas de acción prácticamente insuperables, sin respiro para el espectador y de una coreografía impecable. Están tan bien realizadas que en ningún momento permiten el bostezo gratuito. Sin duda son increíbles, inverosímiles, pero forman parte de un juego cuyas reglas aceptamos en el momento de comprar la entrada.

Como hemos dicho, estamos ante un eslabón más, la maquinaria va a un ritmo vertiginoso y no se detiene. Pronto tendremos más aventuras por separado del Capitán América, Thor y quien tercie. Sabremos qué ha pasado con Hulk (puestos a pedir, no estaría mal una peli de Planet Hulk) y con esos versátiles (y poco carismáticos, no nos engañemos) nuevos Vengadores, con una Bruja Escarlata -personaje crucial en el Universo Marvel- más que digna pese a nuestra desconfianza inicial.

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