sábado, 1 de diciembre de 2012

Haciendo un Logan

La saga Star Wars probablemente tenga hoy en día tantos detractores como seguidores. Aunque no es el momento de analizarla, cinematográficamente es excelente pero tiene sus defectos. De lo que no cabe duda es de su enorme aportación a la cultura popular, al fenómeno conocido como frikismo y, sobre todo, al género de la ciencia-ficción en el cine. Tal es su impacto que nos atrevemos a afirmar que existe un antes y un después de la fecha del estreno de la primera entrega, el Episodio IV. Las películas cronológicamente anteriores -salvo honrosas excepciones como La Naranja Mecánica, 2001: Una Odisea del Espacio o El Planeta de los Simios- pertenecían a un subgénero de bajos presupuestos y aficionados fieles pero escasos. El éxito de las tramas políticas de la familia Skywalker nos ha permitido dotar al género de una merecida dignidad y saborear obras como Alien, Blade Runner o Terminator.

La Fuga de Logan pertenece al conjunto de pequeñas joyas, como las anteriormente mencionadas, que supieron sobrevivir en el ostracismo al que fueron enviadas todas aquellas películas que osaban explicar historias en un contexto descaradamente fantástico durante la era pre-George Lucas.

Antes de los años 80 existían películas basadas en novelas de ciencia-ficción pero, salvo las mencionadas en el primer párrafo y alguna más, apenas tuvieron relevancia. En una sociedad donde el cine y la televisión se imponían de una manera apabullante en la cultura colectiva, en estos casos el resultado era que la novela seguía teniendo más relevancia. Con La Fuga de Logan se comenzó a vislumbrar el prometedor horizonte; la película se hizo más célebre que su homólogo literario.

Como muchas obras del género, el mundo donde vive Logan se sitúa en un futuro lejano, pero en este mismo planeta Tierra. La vida en el mundo exterior es imposible debido a las secuelas de guerras nucleares, ataques alienígenas, rebeliones de las máquinas o el uso indiscriminado de aerosoles, poco importa. Unas computadoras dominan el cotarro y los seres humanos como los conocemos viven en ciudades protegidas por una cúpula, con todas sus necesidades cubiertas y placeres satisfechos. Siguen una filosofía de vida huxleyana donde no existe el amor ni el dolor y el hedonismo es la ley imperante.

Pero todo lujo tiene un precio. Las leyes demográficas -o el capricho de unas computadoras malvadas- establecen que todo humano, al alcanzar la edad de 30 años, debe someterse a un ritual conocido como Carrusel, donde se concede la oportunidad de la reencarnación en un ser clonado (como en Huxley, el concepto de padres y reproduccción vivípara es casi tabú). El que no lo supera, expira en aquel momento como todo hijo de vecino. La angustia por el fin programado de la propia existencia ya lo vimos recientemente de una manera bastante desafortunada en In Time (2011).



Obviamente en toda sociedad, por muy paradigmática que sea, siempre hay quien no está conforme. Y para subyugar a los que intentan esquivar el esquema establecido están los Vigilantes. Entre ellos nuestro héroe, Logan 5, interpretado por el entrañable Michael York. Estos Vigilantes se encargan de detectar, capturar y, en un 100% de los casos, eliminar a aquellos que pretenden escapar de la cúpula desacatando las idílicas normas sociales.

En una de sus capturas Logan recoge un amuleto en forma de ankh, que resulta ser la llave para acceder al Santuario, un lugar pseudomitológico donde las leyes de longevidad programada no existen y los humanos pueden vivir en libertad. Las computadoras encargan a Logan la tarea de desmantelar esta amenazadora sedición y para ello debe fingir que quiere huir con y como ellos. Y para hacer más verosímil el disfraz, o quizá como medida de coacción, adelantan el reloj biológico de Logan hasta casi los fatídicos 30 años.

En ese momento, Logan descubre que la prometida reencarnación en la parafernalia del Carrusel es falsa (no lo consideramos spoiler, se revela antes de la primera media hora de película). A partir de ahí, el fiel y efectivo vigilante se convierte en el individuo con más deseos de escapar de aquel lugar y de aquella situación.

Acompañado por Jessica 6 -interpretada por Jenny Agutter, a quien también vimos socorrer al hombre-lobo de John Landis-, la mujer que le abre los ojos (y otras cosas?) y perseguido por su fiel y otrora compañero Francis 7, Logan supera mil y un obstáculos, amigos y enemigos, dentro de la ciudad cubierta por la cúpula para saber más sobre el Santuario y así evitar su fatal y programado destino.


En esta fuga, nos gustaría destacar dos personajes: el robot Box (en la foto superior), cuyo enigmático alegato nos desconcierta de la misma manera que su aparentemente frágil atuendo; y el anciano, interpretado por nuestro querido Peter Ustinov, con sus libros y sus gatos, sus padres difuntos y su ascética vida en solitario. Un personaje entrañable y crucial para la historia y para el mensaje que pretende transmitir.

En definitiva, una aventura muy divertida, con su trasfondo filosófico para quienes lo prefieran, y que demuestra que la ciencia-ficción no es un género residual ni para minorías; ni cuando los medios eran tan precarios como en 1976, ni como ahora, donde los medios técnicos desgraciadamente superan a la voluntad y a la capacidad de contar buenas historias. La Fuga de Logan es una película maravillosa, un clásico de esa ciencia-ficción que tanto nos gusta.

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