viernes, 30 de agosto de 2013

Mundos Futuros

En el cine y la literatura de ciencia-ficción, la mayoría de historias comparten una misma ubicación temporal: el futuro. La incertidumbre del ser humano acerca de lo que sucederá dentro de siglos y milenios, o incluso la semana que viene, conceden al autor una imprescindible flexibilidad y una enorme libertad creativa. Pocas historias del género se remiten a hechos acontecidos en el pasado y, las que lo hacen, guardan una inevitable relación con el fenómeno de los viajes en el tiempo. En el futuro todo es posible; si contamos cualquier barbaridad científica ambientada en el futuro, resulta hasta verosímil.

Otra cosa muy distinta es la cuestión de la ubicación espacial. En este sentido, existen dos posibilidades: contextualizar la historia en mundos lejanos a los que sólo es posible acceder a través del hiperespacio o viajes a una velocidad superior a la de la luz; o bien, contamos las peripecias de nuestros protagonistas en nuestro querido planeta Tierra, el cual ha sufrido un lavado de cara utópico o distópico en función del mensaje a transmitir por parte del autor.

En el primer caso, las posibilidades son tan ilimitadas como la imaginación de artistas y guionistas a la hora de diseñar planetas y extraterrestres. Para los autores que prefieren permanecer en el Planeta Azul, la creatividad básicamente se limita a imaginar, en el peor de los casos, cómo sería nuestro planeta tras una invasión alienígena, la caída de un meteorito, una guerra nuclear o una rebelión de robots. Si la evolución de la civilización va viento en popa y no sufrimos este tipo de infortunios, lo máximo a lo que podemos aspirar es a una sociedad como de la que intenta fugarse Logan o algo peor, más huxleyano.

Este verano del 2013, cinematográficamente hablando y en lo que respecta a superproducciones, ha sido especialmente generoso con el género de la ciencia-ficción, con un resultado de aprobado alto. Lo que resulta curioso, teniendo en cuenta el abanico tan amplio (casi infinito) de posibilidades, es que salvo la excelente Star Trek: En la Oscuridad (por motivos entendemos que obvios), todas las películas han optado por esta segunda alternativa de ambientar la trama en la Tierra.

Películas como Guerra Mundial Z o Pacific Rim, si bien suceden en nuestro castigado planeta y responden al patrón de respuesta y lucha contra una amenaza concreta y poderosa (zombis y kaijus respectivamente), las podemos obviar del análisis al situarse temporalmente en un futuro no demasiado lejano. Pueden catalogarse dentro de la ciencia-ficción, pero de un tipo bastante light.

Son tres las películas que han motivado esta reflexión y, en consecuencia, este artículo. Películas que transcurren en una Tierra devastada, en un futuro lejano y muy diferente al presente, y que impregnan a la historia ese pesimismo que nos resulta tan morbosamente atractivo.


After Earth, del otrora prometedor director M. Night Shyamalan, es una película pésima. El estatismo del (aún) admirado Will Smith y la absoluta falta de carisma de su hijo Jaden no contribuyen en absoluto a entusiasmar al espectador. A pesar de esto, la destacamos porque el contexto donde sucede la acción tenía un enorme potencial: un planeta Tierra donde la propia naturaleza y unos alienígenas muy poderosos (pero en el fondo realmente absurdos) han obligado al ser humano a emigrar a otros mundos. Smith e hijo acaban aterrizando por accidente en un planeta ahora hostil y la única forma de escapar es vencer el miedo. Y ya está. Previsible hasta para un alma cándida como la nuestra.


Muy diferente es Oblivion, de Joseph Kosinski. Aquí, la tecnología se nos vuelve a ir de las manos y nos vemos obligados a buscar un refugio fuera de nuestra atmósfera. Una película muy correcta, entretenida e interesante, que utiliza elementos de la ciencia-ficción (lo que nos gusta mucho) para contribuir a la intriga y a desenlaces inesperados. Criticada por la omnipresencia de Tom Cruise, algo que resulta sistemático y recalcitrante (la crítica, no la presencia de Cruise) y por la lentitud de algunas secuencias, contiene elementos algo tópicos, es cierto, y alguna incomodidad en el guión, pero el contexto es digno de análisis y la historia concede sorpresas que no son mayúsculas pero que consiguen engancharnos.


Un gran equilibrio entre película de acción y mensaje catastrófico lo encontramos en Elysium, del sorprendente Neill Blomkamp. La Tierra es de nuevo un puñetero desastre y los pocos que viven bien (y muy bien) lo hacen en una particular estación espacial. De las analizadas es la más completa, ya que combina con éxito una transmisión muy contundente de un mensaje político, muy acertado en los tiempos actuales, con dosis de acción, efectos especiales y puñetazos que satisfarán a los que sólo buscan honestamente lo superficial. Le falta algo de solemnidad y el pulido de algunos trazos del guión para convertirse en un clásico del género

Como hemos podido ver, este año no nos hemos tenido que ir muy lejos para vivir en las salas de cine un futuro donde nos dominan las máquinas o hemos sido subyugados por robots o alienígenas. Serán estos robots o alienígenas, que nos obligan a marcharnos o a agachar la cabeza, algún tipo de metáfora? Nunca lo sabremos. Éste es precisamente el poder de la ciencia-ficción.

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